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viernes, 22 de junio de 2018

Semblanza

Enrique Salazar, Profesor de Matemáticas (IES Laurel de la Reina)
He leído con frecuencia que las palabras traicionan el pensamiento, pero me parece que las palabras escritas lo traicionan aún más. (Marguerite Yourcenar, primer párrafo de su Alexis). Este temor es frecuente, máxime si se trata de una semblanza personal por escrito... cuando resulta que yo, yo no sé muy bien qué es eso, no sé qué es una semblanza.
Al menos no es a mano, puedo rectificar en el teclado, puedo controlar los impulsos. Espero, pues, no crear muchas distancias entre mi pensamiento y el tuyo, ni entre mi pensamiento y mis palabras.
Se llamaba D. Vicente, y era cercano, moderno, afable y no distante. Nos “daba” matemáticas. Don Teodoro, sin embargo, era la institución, un señor mayor comodiosmanda, era el secretario del instituto, era distante, sabio pero distante. Decían de él que sabía mucho, era la academia personificada. Nos “daba” creo que Latín.
Tanto uno como otro eran artesanos de la enseñanza. Yo creo que, en realidad, reproducían los esquemas de su propia época escolar. En este salto desde la segunda mitad de los sesenta hasta la actualidad, unos cincuenta años más o menos, sería una obscenidad ignorar las diferencias, pero de necios no reconocer que en esto de la enseñanza existen invariantes. Para mí la más importante es un rasgo que a los actuales responsables educativos se les ha ido por la alcantarilla de los datos y los ordenadores: somos personas, con defectos y virtudes, y nos relacionamos con personas y como personas en nuestro oficio.
No, no constituimos un sistema, no formamos parte, por mucho que quieran diseñar y hacer previsiones, de un engranaje sistemático. El educativo no es un sistema, es el fenómeno educativo. Cuando un sistema falla, si en efecto es un sistema, se puede localizar el origen de ese fallo; y, sin embargo, pretenden que esta máquina diseñe respuestas diagnósticas sobre la marcha, que todo esté previsto y explicado.... Qué torpeza, cuando en la mayoría de las ocasiones los fallos se resuelven a treinta centímetros de distancia del alumno, hablando con él como si fuera una persona mayor, intentando nutrir de confianza esas almas adolescentes faltas de confianza y, en ocasiones, algo acomplejadas, temerosas y pudorosas de mostrar sus limites mentales. Todos tenemos límites, y alguien tendrá que decirnos casi al oído que no es para tanto, que esa cosa que estamos estudiando es menos compleja que la vida real, que no por ser adolescente soy un inútil mental.  

Enrique Salazar, con los compañeros del Departamento de Matemáticas (IES Laurel de la Reina)
Qué torpeza, decía. Los sistemas no hacen esas cosas que nosotros hacemos, y las fuentes de las que beben los sistemáticomaníacos, o sea, las que proporcionan los propios investigadores y expertos, necesitan periodos amplios de tiempo para extraer conclusiones y, sin embargo, pretenden que nosotros realicemos juicios certeros, sin fisuras, sobre la marcha de los acontecimientos, y a centenares por cada instante. ¿Están pensando nuestros dirigentes en un catálogo de situaciones? Me pregunto, por tanto, si es artesanía lo que hacemos o es el sistema de respuestas que ellos nos proporcionan lo que impregna nuestro oficio. Oficio?, oficial de primera?, maestro de obra?, maestro?... ¿Damos respuestas sistemáticas, o en su base yace un aprendizaje, digamos, artesano? 
Creo que aquellos señores de antaño, cada uno con su manera de ser, actuaban como nosotros, lo hacían en base al hemisferio izquierdo, que no tanto al derecho. Eso no ha cambiado, también ellos contaban historias a veces interesantes; la educación es un cúmulo de relaciones personales muy complejas y, antaño mediante la simplificación que suponía expulsar a los más atrasados o los no motivados socialmente, y ahora mediante la estandarización que sufrimos, hemos olvidado que el hemisferio izquierdo dirige los juicios éticos y las emociones de manera que finalmente es el que dictamina la valía del trabajo de un alumno. Incluso en matemáticas. Puede usted probar lo que dice?, puede justificar esa valía?
Gymkana matemática (IES Laurel de la Reina)
Y usted, ¿es capaz de reconocer lo que pretende con esas preguntas, o tendremos que sospechar que lo único que le interesa es mejorar la apariencia de los resultados para mejorar sus estadísticas? ¿Me hace esas preguntas para presionarme y después también me culpa de los resultados en las pruebas internacionales?... Malditos indicadores.
Supongo que cuando yo era escolar existían las palabras control, dato, magnitud social, etc, pero entre el mundo de la empresa, la gestión, la logística, entre esas definiciones y el universo de la enseñanza, existía un abismo. Nos dirigen hoy día gentes que no entienden de artesanía, gentes que han leído textos eruditos sobre cómo puede o debe ser el hecho educativo, pero ni estos dirigentes son los estudiosos e investigadores originales, ni están en el aula para tomar la temperatura a esa literatura impecable. Hay que reconocer que los documentos y ordenamientos oficiales tienen la virtud de la coherencia: lo único que les interesa es ser coherentes consigo mismos. El problema es que aproximar la educación al funcionamiento de una empresa se parece mucho a esa artesanía que se produce en factorías de plástico, que no algodón. El problema es que no se enteran que el centro de interés no está en sus indicadores, en sus parámetros y en sus medidas de eficiencia que, siendo importantes, no pueden regir y determinar la acción de los responsables principales: los docentes. El centro está en que la escuela es un laboratorio en el que los alumnos aprenden y ensayan su futuro social, aprenden conocimientos y ensayan valores y relaciones futuras, pero nunca ha sido capaz de liderar los cambios y las vivencias sociales. Todo lo contrario, el centro está en comprender que el papel de la escuela es secundario, complementario.
Gymkana en el IES Laurel de la Reina
Pero estos, cuando se ponen a escribir, piensan en un papel social, no relevante de la educación, que sí lo tiene, sino determinante. Cuando lees ciertos párrafos de sus ordenamientos estás viendo cómo se lo creen. Quizás debamos ser menos pretenciosos, confiar más en los profesores, y depositar más confianza en esas conversaciones cotidianas a menos de medio metro de distancia .
Aquellos profesores dedicaban el cien por cien de sus energías a procurar que los alumnos se formaran; ahora dedicamos el cincuenta por ciento a protocolos, y el resto a intentar que nuestros alumnos se formen. Es como una mesa muy bien puesta pero casi sin comida. Los que vais a impartir en bilingüe lo tenéis fácil para enmarcar este símil. 
¿De dónde sacamos las fuerzas para que nuestros alumnos, además de constituir un dato, aprendan y se formen? Es cansino el asunto, es tedioso.  
Evidente que he comenzado por el final. Se llama ansiedad. Bueno, ¿cómo ha sido mi itinerario profesional? ¿Cómo comenzó? 
Trabajaba en un negocio cuando un amigo me apuntó en la bolsa de Cádiz. Dos sustituciones y aprobé ese año. En matemáticas las opos son sencillas, al menos en aquellos años. Dependía del MEC y tuve varios destinos con Madrid sin plaza propia. En esto que me presenté a las opos otra vez, pero en Andalucía, y aprobé. A partir del siguiente año en las convocatorias prohibieron presentarse a personas que ya fueran funcionarios, pero yo me ahorré el trámite de esperar y “me colé” en Andalucía por la puerta de atrás, que en realidad era la puerta grande, o sea, no por concurso sino por oposición. ¡Tengo dos nombramientos de funcionario!
Primer destino en Almería, vivía en Mojacar, y de ahí a un departamento didáctico de la universidad de Granada, en comisión de servicio durante seis años, cuando aún Almería era colegio universitario. Presencié la lucha de poder en Almería cuando se constituyó la nueva universidad; apasionante, como una película de intriga, super divertido, la esencia humana en carne viva. La verdad es que me harté de todo un poco, en el horizonte una plaza allá, tras esperar algunos años en cola a que me tocara mi turno, con mucha política como gasolina en esos procesos... no, mejor lo dejo, me voy a secundaria y me busco la vida. Además, en ese momento estaba en proceso de separación.
Realmente esa estancia en la universidad fue un punto de inflexión desde el punto de vista profesional. Me permitió contrastar la literatura con la realidad de los centros, me invitó a apreciar mi profesión e implicarme seriamente. A estas alturas, como habéis podido comprobar, un poco decepcionado por la ignorancia de quienes nos dirigen. Los únicos que entendemos de esto somos nosotros, quienes estamos en el aula, necesitamos un poco de orden pero, sobre todo, necesitamos confianza en lo que hacemos. Las cosas no deben llevarse a cabo exactamente de la misma forma en todos los centros; cada centro debería ejercer su autonomía muchísimo más allá de lo que se ejerce ahora. ¿Homologar o igualar? 
Poco después la aventura me llevó al exterior. Una experiencia extraordinaria que, además, permitía sentirse rico durante seis años. Posteriormente he vuelto pero en comisión de servicio de un año. Allí vi otra película, esa que se titula “A ver quién es el más listo”. Gente de toda España, singular, muchos venían de ser cargos directivos y tuvieron que volver a coger la tiza. La verdad es que a algunos les costaba eso, razón por la que querían ser los más listos y así volver a ser directivos. Para mí la película fue en calidad de espectador, nunca me ha atraído la dirección, hubiera sido mal directivo, seguro.
Divertido y emocionalmente muy reconfortante por la relaciones. Eso, como en la mili, fuera del terruño necesitas compañía, has de buscarla, y vamos si la encuentras, por la cuenta que te trae. Me fui con una hija de doce años, mi mujer se quedó en su trabajo, y jugué otra vez a las pandillas, como cuando tenía quince años. Divertido. Y profesionalmente muy intenso y enriquecedor ya que aprendí mucho de gente algo especial; también un aprendizaje de la vida, enriquecedor personalmente, no solo profesional. 
Por tanto, esta profesión, que lo peor que tiene es la condición de funcionario, me ha aportado mucho, creo que me ha permitido vivir, tener opinión; estoy agradecido a la sociedad por esa oportunidad de privilegio pero, sin embargo, a día de hoy le pido a esa sociedad que nos respete como nos merecemos. No deben faltarnos el respeto ni los alumnos ni los padres, aunque sea una minoría muy pequeña.
Dicen que los jubilados se deprimen y algunos se mueren. Bah, es mentira, conozco muchos que son superfelices, no tienen tiempo para deprimirse o para morirse. Es un lujo que agradezco a esta sociedad y os aseguro que intentaré en estos años compensar de alguna forma a esa sociedad. Ya veremos.


Luis Enrique Salazar Balboa es profesor de Matemáticas en el IES Laurel de la Reina; con motivo de su jubilación.






Profesores de Matemáticas (IES Laurel de la Reina)







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