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miércoles, 15 de enero de 2014

Los descendientes: viaje por Hispania (Cap. 1)


EN LUGAR DESCONOCIDO







Lo primero que notó es que hacía frío, y que estaba tumbado en terreno arenoso, lo que no tenía sentido, pues el único lugar hecho de arena que el conocía era el desierto, y allí la temperatura llegaba a evaporar el agua. Entonces se dio cuenta de algo.

De que estaba en Hispania.


Luego de que Drakk volase hacia tierra, Daverd pidió explícitamente a Bianca que les dejase una barca del Orca roja para desembarcar. La leona intentó hacerle cambiar de opinión diciéndole que no sobrevivirían ni dos días antes de llegar a las llanuras. Y Daverd, como enano que era, no quiso hacerle caso.


-Ya llevamos aquí dos días, Bianca se ha marchado y Drakk no ha vuelto. ¿Por que no nos dirigimos por fin a la aldea de Sheila?
-Primero: no llevamos dos días en la costa, te desmayaste cuando te sacamos del agua. Segundo: Bianca se ha ido porque se lo pedí. Tercero: Drakk está justo a tu lado.-replicó el dawerf sin barba a quién había conocido menos de un mes atrás.
Heldet casi sufrió un infarto al sentir el frío contacto del reptil que era “amigo” de Sheila. Todavía tenía pesadillas en las que al final acababa como un montón de cenizas.
Sin embargo, al dragón no parecía importarle. Y al contrario de la última vez, llevaba una carta entre sus fauces.
Sin darle tiempo a abrir la boca, Daverd le arrancó el trozo de cuero de la boca. Tras terminar de leer, parecía que sus ojos querían salir de sus cuencas.
-¿Que pasa?
Daverd no dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y subió la colina de arena.
Musitando una maldición, Heldet gritó a Sheila, que estaba fabricando más flechas.
-Heldet, ¿que...
-No hay tiempo. Dile a tu dragón que nos siga, y ponte a correr.
-¿Que sucede?¿Donde está Daverd?
-Se ha ido. Y si el se va...- Su voz fue eclipsada por el sonido de las arenas moviéndose. Detrás de los tres surgió una manada de cangrejos gigantes.

Daverd estaba de todo menos alegre. La carta, enviada por el padre de Sheila, decía que los orcos estaban bloqueando varias aldeas de la Meseta. Los hombres-lobo se morían de hambre, pues los orcos ahuyentaban o cazaban a cualquier animal que se acercase a la zona. Tarde o temprano, la guerra oculta se convertiría en una guerra de verdad.
Unos gritos de terror interrumpieron sus pensamientos. Eran Heldet, Sheila y Drakk, que corrían en su dirección. Extrañado, el dawerf miró hacia la playa y los vio. Decenas de cangrejos, del tamaño de hipopótamos, los estaban persiguiendo, y no parecían muy felices de tener intrusos en su playa.
Daverd, siendo el sabio que era, se puso a correr detrás de los jóvenes. Pero a diferencia de sus tres acompañantes, el no corría para salvar la vida, sino para salvar vidas.

                                                                    Antonio Gutiérrez

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