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jueves, 21 de febrero de 2013

Capítulo 8: No hay descanso


Por Antonio Gutiérrez

Heldet ya estaba llegando a Liuhome. Estuvo todo el día saludando a todo aquel que se le pusiera por delante, todos ellos liunes y nruskas. Esto no le extrañó (mucho), porque supuso que, después del ataque de los otros trasgos, estos decidieron quedarse indefinidamente. Cuando alguien le veía, le solía decir:
-¡Has vuelto!¡Por fin!
-Tus padres han estado muy preocupados Heldet.
-¿Conque ahora eres un héroe, eh, León Azabache?-le preguntó divertido un trasgo amigo de Krou
-Me considero más bien un cazarrecompensas-guardaespaldas.-le respondió riéndose Heldet.- Además, no hace falta que vosotros me llaméis León Azabache. Sois mis amigos, y además, no es más que un título que me han puesto todos a los que he ayudado.
-Ya, pero es que es un título basado en ti.
Eso era bastante cierto. Con el paso de los años, Heldet cambió de un curioso cachorro de diez años a un fuerte (y atractivo) león de veinte. Los músculos se le desarrollaron bastante (al fin y al cabo, se necesita ser fuerte para coger y capturar a gente que suela medir más de dos metros de altura), sus ojos empezaron a tener una especie de brillo, que demostraba que siempre estaba ansioso y, lo que era más increíble, una melena que, en vez de ser marrón, ligeramente negra o dorada, era de color azabache, negro oscuro.
- Bueno, como es negra total, gasto mucho dinero en tintes.- bromeó.
- Se nota que apenas has cambiado en tu interior, Heldet, pero físicamente, has cambiado. Bastante.
-Si que has cambiado, chico.-dijo una voz a sus espaldas. Heldet y el trasgo se giraron hacia el lugar de donde provenía la voz. Heldet vio que era un trasgo que se parecía mucho a Krou, pero parecía más joven, no era tan robusto y, algo raro en Krou, no parecía ser agresivo. El único trasgo que era pariente cercano de Krou en la caravana era...
-¡Srou!-gritó Heldet. Srou era el trasgo que más consideraba Liuhome como su hogar. Era el más querido por los cachorros por ser un profesor, y el más considerado por los adultos por ser el hermano de Krou.
Heldet se alegró mucho de ver a un viejo conocido (Srou fue su profesor favorito), y cuando este se le acercó, le dio un abrazo tan fuerte que casi lo asfixia.
-¡Para Heldet, que no soy de la misma pasta que Krou!
-Perdón, es que hace mucho que nadie se me acerca... sin intentar devorarme o apuñalarme, claro.
-Ya, bueno, en eso te comprendo. Oye Miguel-le dijo al trasgo-, Krou quiere que vayas para que le ayudes a descargar las tiendas.
-Ahora mismo voy.
Cuando Miguel se fue, Heldet se dio cuenta de que alrededor había mucho barullo, no tanto como cuando los atacaron los nruskas, pero más que cuando venían los mercaderes.
-Oye Srou,¿porque hay tanto movimiento hoy?¿Es que soy tan importante como para hacerme una fiesta de las grandes?
-¿Una fiesta?¿Para ti? Ni siquiera sabíamos que estabas vivo.
-Entonces¿para qué es todo esto?
-Es porque viene el Rey.-dijo Srou tras unos segundos de silencio. Heldet se quedó sin habla.
-¿El...el Rey?¿Estás seguro?
-Chaval, somos nosotros quienes lo hicieron saber por esta parte de Joka.
Heldet no se lo podía creer ¡El Rey venía a Liuhome!
El Rey era un drakkune, pero no un simple hombre-dragón. Hasta su nombre demostraba que era el rey de Joka Ufalme, rumoreandose que el reino se llamaba así por él . Nadie sabía ni su auténtico nombre ni su edad exacta, solo que era más viejo que un enano, y eso que los dawerfs llegaban a vivir vivir algo más de doscientos años. Por lo que sabía, Heldet dedujo que era un dragón azul. Esto era algo irrelevante, dado que el Rey prácticamente reunía todo lo que debía tener un rey de primera: era justo, honrado, inteligente... Todos los que le servían eran recompensados si mandaban bien en sus tierras, en tanto los que las maltrataban, eran castigados hasta con la muerte. Parecía severo, pero todos sabían que solo era para poner orden en sus provincias.
Heldet se acordó de Tiras, la ciudad de los trolls.
-Si el Rey ha viene, sabrá lo del ataque. Y si sabe lo del ataque, tal vez piense que fue Asdelt.- Heldet gritó de júbilo.-¡Asdelt tiene los días contados!
Entonces Srou le tapo el morro con una mano y le mandó que callase.
-Cierra la boca, ¿quieres? Dudo mucho que el Rey venga por Asdelt.-dijo quitando la mano de la cara de Heldet. Este jadeó y le increpó:
-Pues si no ha venido por Asdelt,¿entonces por que viene?
-¿Recuerdas el ataque, el de los trasgos y el komodo?
-Sí
-Pues precisamente viene por eso.
-¿Tanto le preocupa que ese monstruo nos atacase? ¡Hace diez años de eso!
-Sabes que ese ataque lo pudo idear Asdelt, ¿verdad?
-Siempre supe que Asdelt fue el cerebro tras el ataque.
-Pues ese rumor fue desmantelado el mismo dia en el que te fuiste.
-¿Por qué?
-Porque el mismo dragón mató y devoró a Asdelt.
La noticia sorprendió a Heldet, que se quedó pensativo unos instantes. Siempre pensó que ese dragón era la mascota de Asdelt, o una criatura que invocó él (si Asdelt hubiese sido mago).
Heldet aún se mostraba escéptico:
-¿Realmente lo crees?¿Tienes alguna prueba?
-Lo único que los tiranios han dicho es que, hace diez años, en su ciudad, se oyó un rugido atronador. Cuando los guardias se dieron cuenta de que era un dragón de komodo, vieron que su líder había desaparecido. La última vez que lo vieron fue en las murallas.
-¿Y porque ahora se han atrevido los trolls a hablar?
-Porque Shiraa les ha obligado.






Después de discutir un poco más con Srou, Heldet entró en Liuhome, y se metió en su habitación. Srou le dijo que sus padres habían ido a ayudar a Krou, asi que tendría que esperar para volver a verlos después de tanto tiempo. Se sorprendió al ver que, en diez años, lo único cambiado era la ventana, que ahora tenía un cristal. Aparte de eso, la habitación no había cambiado en nada. Heldet se sentó en la cama (que ahora le parecía pequeña) y empezó a pensar sobre todo lo que pasó desde la muerte de su abuelo hasta entonces.
Muertos vivientes, dragones muertos que revivían, muertes colectivas... Nada de eso tenía sentido. Lo único que unía esos hechos era la muerte. Bueno, eso y que todos habían comenzado con una batalla espectacular. Entonces, Heldet se acordó de algo, algo que antes no le parecía importante, y que ahora le daba miedo: el sueño.
Ahora tenía el aspecto exacto que en la pesadilla, aunque jamás se había fijado en eso.
Mientras pensaba en esto, una sombra enorme pasó delante de la ventana. Heldet solo tuvo tiempo de gritar antes de que el cristal de la ventana se rompiera, atravesado por una piedra de un tamaño pequeño pero lanzada con mucha fuerza. Antes de que Heldet pudiese reaccionar, la sombra lo miró, y, al instante, voló fuera de su vista.
Heldet se quedó paralizado por la sorpresa unos instantes. Cuando se recuperó del susto, se dio cuenta de que atada a la piedra había un sobre. Con mucha cautela, lo cogió del suelo y, lentamente, lo abrió. Dentro había una carta, en la que ponía:


Heldet, se que tienes muchas preguntas.
Si quieres respuestas, ven a La Casa Taxidermia en Cair
y pregunta por Daverd. Date prisa, no hay mucho tiempo.




Heldet no se lo podía creer. ¡Apenas estaba en Liuhome durante un día y ya le mandaban trabajo! Sin embargo...
El liune se dio cuenta de que en la carta no le llamaban León Azabache, sino Heldet. Poca gente usaba su apodo, y su nombre, aún menos. Además, era obvio que nadie sabia lo de sus pesadillas, y siempre había buscado respuestas a ellas.
Heldet reflexionó. Si se quedaba en Liuhome, podría ver a sus padres, ver al Rey y acusar a Shiraa (de la cual solo sabía que era una gornok y viuda de Asdelt). Pero si se iba, tenía la sensación de que lo que tendría que hacer sería más peligroso que matar a un dragón gigante o vencer a una tribu de hienas. Pasó una hora entera leyendo la carta hasta que, levantandose lentamente de la cama, decidió.




Esa noche, sin que nadie se lo pudiera impedir, cabalgó hacia el norte, donde sospechaba que le esperaba una nueva aventura.










































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