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miércoles, 24 de octubre de 2018

La mujer de la ventana, ejercicio de reflexión


Lo que pienso cuando veo a la mujer:
Imagen tomada de Pinterest

Esa mujer está pasando por una mala racha, su familia se está deshaciendo, el marido ha perdido su trabajo y se consuela con el alcohol, tiene 3 hijos los cuales tiene que mantener, y ella tiene una miseria de sueldo, sale al balcón para desahogarse, para tomar aire y seguir con la lucha, tiene que pensar en sus hijos, en el marido, el trabajo, la casa… Pero se está olvidando de sí misma, sólo piensa en los demás. Su marido se gasta los ahorros que tenía en los bares, en las máquinas tragaperras… La mujer se encuentra desesperada ya que no puede cubrir las necesidades de sus hijos y eso le va consumiendo por dentro. Tiene que salir adelante como sea. Está cansada de su marido y ha decidido hablar con él para llegar a un mutuo acuerdo, pero él se niega y la golpea; a partir de ese momento, ya nadie lo frena, el maltrato cada vez es mayor y constante. Ella prefiere quedarse callada, ya que no quiere darles un mal trago a sus hijos, quienes son demasiado pequeños para darse cuenta de la situación. Por eso ella sale al balcón, se siente arrinconada y amenazada y necesita ver el mundo para abrir los ojos, pero mientras tanto sigue encarcelada en esa cárcel que es su vida.


Lo que la mujer piensa al verme a mí:
Se ven tan felices esas personas, pasean sin miedo, sin que nadie les diga qué tienen que hacer y qué no. Se ven alegres los niños jugando, están en plena infancia y para ellos todo son risas, juegos… y sin embargo, mis pequeños viven en la miseria, sin poder tener los juguetes que desean, la ropas que a mí me gustaría que llevaran… También se ve a esa pareja del banco unida, se les ve enamorados, y cómplices el uno del otro. Ella no teme que él la toque, pero yo,… yo tiemblo cada vez que siento a mi marido cerca de mí, cada vez que noto su presencia. Y aquellas niñas, se ven ya mayores, yo diría que adolescentes, por la forma de vestir, de bromear… Les aconsejaría que disfruten al máximo, y que no se dejen llevar por nadie.
Alba Merino



Imagen tomada de Carmina Blog literario
Yo me imagino que, tras la ventana donde reposa la mujer, hay una habitación; en ella, se encuentra su esposo, él está enfadado, la trata como a una criada que no puede salir a menos que no sea para hacer la compra.
Se ve un hogar destruido donde no habita el bienestar. Los niños están preocupados por sus padres, ellos no quieren que se separen.
Puedo ver cómo la mujer observa a la gente del parque con envidia, aunque en su rostro pueda verse una expresión seria.


La mujer mira al exterior con varias expresiones: envidia, nostalgia, enfado…
Envidia porque su relación no es así y sabe que nunca lo será con aquel hombre.
Nostalgia porque recuerda cuando su relación era así, antes de casarse.
Enfado porque los demás tienen la relación que ella no tiene.
Ángela Montoya


Imagen tomada de Suny Gonzales
Cuando me asomo a la ventana, veo una sociedad de mierda, donde no todas pero muchas de las mujeres están sometidas a las órdenes de hombres, veo una sociedad en la que dos chicos o dos chicas no pueden darse un beso en público por el miedo al qué dirán. Gente que critica y desprecia a otras por el simple hecho de ser diferente. Ha sido difícil pero al final, después de trece años me he dado cuenta de que a la escuela venimos a aprobar y no a aprender. Nos enseñan cosas que al final no todas nos van a servir, pero no nos enseñan a utilizar un preservativo, a votar, a mí nadie me enseña a pagar impuestos ni si estos son robados inflando los presupuestos … creando engranajes para ganar dinero sin enseñarte las bases de la economía primero; es fácil manejarnos con la cabeza bien hueca sin saber lo que aceptamos al firmar nuestra hipoteca; aún tengo mis cuadernos de estudiar,... hasta en verano pero nadie me ha enseñado mis derechos humanos, me enseñan números romanos que nunca utilizaré pero no primeros auxilios que podrían salvar vidas; aprendo sobre el espectro de la luz que no se ve pero nunca a comer sano o cultivar mi comida, nadie me enseña a conseguir un trabajo pero si no destaco yo voy a ser el fracaso. Te imponen la religión, no importa qué puedas sentir, me habláis de paz y me educáis para competir, jamás me han mencionado las leyes de mi país, ni cómo se aprueba una ley cuando es nueva, ni si yo puedo elegir o alguien decide por mí, pero a mí me consuela que en la escuela se aprende latín. Llegará un día en el que no dependa de mi familia y tenga que hacer todas esas cosas por mí misma y si no lo aprendo ahora no sabré . Tampoco entiendo por qué hay tanto político y tan mal servicio sanitario, recortes en la educación … veo a personas que no han llegado a nada en la vida por falta de un título; por desgracia, no vemos la capacidad de una persona realmente... Imagina que vas a una entrevista de trabajo y no tienes ninguna carrera pero eres genial para esta profesión; eso da igual, no importa si eres Einstein, sino el título. Es flipante cómo te rechazan en un puesto de trabajo por el simple hecho de tener más de 30 años. Yo creo que si le diesen una oportunidad a todas las personas que no la tienen, probablemente tendríamos la cura para el alzheimer. El mundo no lo van a arreglar los robots, que si le quitáis sus derechos les va a dar igual, vamos a prohibir el fútbol y a prepararnos para la tercera guerra mundial. Es triste cómo la ley te multa por luchar contra el corrupto de este mundo. Nuestra conocida “generación perdida”, una juventud aburrida y de aspiraciones prohibidas mentes atrevidas, sometidas a ser prisioneros y que la única salida es escapar al extranjero. Si es que todo cobra sentido cuando fabricar idiotas es el único objetivo, y mucha gente dice... no, si los culpables son los padres, si no educas bien a un niño, esa es la historia interminable. Partimos de una base insostenible y si lo que hay ahora es malo, es mucho peor lo que viene: ser feliz es un derecho, pero se nos ha olvidado,... los niños queremos aprender, pero no crecer para ser esclavos.
Lucía García



Andando por la calle, vi una mujer asomada a la venta, me detuve y la observé por unos instantes; parecía estar triste pero lo escondía bajo una cara seria. Me preguntaba si le había pasado algo, si se había peleado con alguien, si había visto cómo atropellaban al pobre animal delante de sus ojos o que simplemente no tuviera un buen día. A los pocos minutos, alzó la cabeza y me miró. Pude verla con mayor claridad, aún con la cara seria; sus ojos rojos no escondían la tristeza que guardaba dentro de ella. Me pregunto qué pensaría de mí. En ese momento, seguí hacia adelante sin volver la mirada hacia atrás y nunca más la volví a ver.

Hoy necesito tomar el aire, no me encuentro nada bien: alzo la mirada y veo cómo un lindo gato negro está cruzando la carretera, pero en ese mismo instante un coche que llevaba dos minutos parado en mitad de la carretera, decidió acelerar y lo atropelló. El coche siguió su camino y ni se inmutó, mientras el gato empezó a aullar de dolor y murió a los pocos segundos. Parece que los gatos no tienen siete vidas. Ese desagradable momento me recordó el incidente de la anterior noche: un asesino entró en mi casa, nos llevó al salón a los tres y mató a mis padres delante de mí, dejándome a mí y antes de irse me dijo al oído “cuando te hagas mayor, volveré a por ti “, y se marchó por la ventana. Me sentía observada, así que con tristeza en los ojos y una cara seria que intentaba ocultar la tristeza de mi corazón alzó la cara y vi una mujer mirándome fijamente a la cara, me pregunto que pensará de mí, seguro que siente pena. En ese instante, nuestras miradas se cruzaron, ella se giró y siguió su camino sin mirar hacia atrás, me metí en mi habitación, cerré la ventana y nunca nos volvimos a ver .
Lucía Gámez


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