El león de Nemea
Primer trabajo de
Hércules. Euristeo le ordenó que diera muerte al león de Nemea,
una fiera con piel dura como una piedra y que por de día se escondía
y por la noche mataba a todo ser viviente que se cruzaba por su
camino.
Hércules intentó matarlo
con algunas armas que llevaba para la ocasión pero, viendo que éstas
no hacían ningún efecto, lo cogió por las patas traseras y,
después de darle porrazos contra la pared hasta que quedó atontado,
lo estranguló y una vez muertos le sacó la piel con las propias
garras del cadáver y se la puso encima en forma de coraza.
La
hidra de Lerna
Segundo trabajo de
Hércules. Debía matar a la hidra de Lerna; un monstruo con cuerpo
de serpiente, garras de dragón y dorso cubierto con duras escamas, y
tenía siete cabezas, cuyas siete bocas vomitaban fuego y azufre. Una
de las cabezas tenía láminas de oro y se decía que era inmortal.
Hércules le cortó una
cabeza pero ésta se regeneró y la sangre que manaba al caer al
suelo se convertía en escorpiones y serpientes.
Hércules le pidió a su
sobrino que prendiera fuego al bosque más cercano y le pidió que
trajera tizones llameantes que aplicó a las heridas abiertas en los
cuellos de la bestia para que así no salieran más cabezas. Al final
quedó la cabeza de oro que con un espadazo cortó e inmediatamente
la enterró bajo una inmensa roca para impedirle retoñar.
El jabalí de Erimanto
Tercer trabajo de
Hércules. Debía apresar pero sin matar al jabalí de Erimanto.
Cuando iba en busca de
éste se le apareció Atenea que le dio una cadena. Cuando vió al
jabalí refocilándose en un charco de agua, le lanzó un grito de
desafío y echó a correr como si tuviera miedo del animal monte
arriba hasta fatigar al jabalí. Aprovechando el desconcierto del
animal saltó sobre su lomo, logró trabar sus patas y su hocico con
la cadena que le dio Atenea y lo cargó sobre su espalda. Al
llevárselo a Euristeo, éste se metió corriendo en una tinaja
cagado de miedo y le dijo que se lo llevara de allí.
La cierva de Cerínia
Cuarto trabajo de
Hércules. Debía apresar a la cierva de Cerínia, extraño y hermoso
animal, del tamaño de un buey, tenía los cuernos de oro y las
pezuñas de bronce, estaba consagrada a Ártemis y nadie podía
matarla, ni siquiera tocarla. La cierva de Cerínia era muy ágil y
corría a una velociadad asombrosa.
Hércules estuvo
persiguiéndola cerca de un año y una tarde en que la cierva,
exhausta y sedienta, se detuvo a beber en el río, Hércules la hirió
levemente con una flecha y entonces le resultó fácil capturarla.
Cuando la llevaba para
enseñársela a Euristeo se le apareció Artemis y su hermano Apolo
que lo acusaron de querer dar muerte al animal pero Hércules se
disculpó endosándole la responsabilidad de aquel acto impío a
Euristeo.
Euristeo, al ver a
Hércules con la cierva cautiva se echó las manos a la cabeza.
Los establos de Augías
Quinto trabajo de
Hércules. Debía limpiar los establos de Augías, rey de la Élide.
Augías pensó que
Hércules estaba loco y le dijo que si los limpiaba en un día
recibiría en recompensa la décima parte de los rebaños.
Hércules encauzó dos
ríos que dirigió hacia los establos, en los que previamente hizo
dos boquetes; uno en un costado por el que penetró el caudal y otro
en el costado opuesto que sirvió de desagüe. En pocas horas las
cuadras resplandecían como espejos.
Augías no cumplió lo
pactado alegando que Hércules realizó la proeza por orden de
Euristeo.
El toro de Creta
Sexto trabajo de Hércules.
Debía de capturar el toro de Creta, un animal muy hermoso.
Hércules fue en busca del
toro y, tras un breve forcejeo, lo agarró por los cuernos, se lo
cargó en la espalda y se lo llevó vivo a Euristeo, el cual al ver
al animal, corrió a meterse en la tinaja y le dijo a Hércules que
se lo llevara de allí.
Las aves del lago Estínfalo
Séptimo trabajo de
Hércules. Euristeo esta vez le mandó a Hércules liberar la ciudad
de Estínfalo de las aves que se guarecen en un bosque cercano al
lago.
Cuando Hércules llegó a
Estínfalo sin muchas ilusiones de poder llevar a término su trabajo
se le apareció Atenea que le entregó unas grandes castañuelas de
bronce.
Hércules subió a una
colina y tocó las castañuelas con lo cual las aves se fueron de
allí.
Cuando regresó a Micenas
para darle cuenta a Euristeo del cumplimiento de su misión vio que
algunas aves de Estínfalo sobrevolaban el palacio de Euristeo, el
cual, horrorizado estaba escondido en la tinaja, diciendo: - Decidle
a ese insensato que se lleve de aquí a esos malditos pájaros.
Las yeguas de Diomedes
Octavo trabajo de
Hércules. Esta vez Euristeo ordenó a Hércules que le llevara las
cuatro yeguas de Diomedes que comían carne humana. Hércules
consiguió arrebatárselas a Diomedes, que furioso fue con su
ejército a matar a Hércules pero Hércules lo mató a el y su
ejercito huyó.
Cuando le enseñó las
yeguas a Euristeo, éste se metió en su tinaja y le dio orden de que
las soltara.
El cinturón de Hipólita
Noveno trabajo de
Hércules. Debía conseguir el cinturón de Hipólita por lo que fue
a Temiscira, el país de las Amazonas. Cuando llegó, Hipólita le
dio la bienvenida y lo invitó a pasar unos días.
Hera, que estaba furiosa
hizo correr la voz de que Hércules había raptado a Hipólita al
final todo se aclaró e Hipólita entregó el cinturón a Hércules y
éste se lo dio a Euristeo.
Los bueyes de Gerión
Décimo trabajo de
Hércules. Esta vez debía buscar al gigante Gerión, darle muerte y
robarle sus ganados. Gerión era un gigante de 3 cuerpos unidos por
el vientre. Tenía al cuidado de su gran rebaño a un perro de dos
cabezas. Cuando llegó le salió al encuentro el perro de 2 cabezas
al que Hércules abatió a mazazos. Después salió el gigante Gerión
al que Hércules abatió con certeros flechazos.
Hércules emprendió el
camino de regreso llevando consigo los rebaños de Gerión.
Las manzanas de oro
Undécimo trabajo de
Hércules. Euricles le ordenó a Hércules que robara las mazanas de
oro del Jardín de las Hespérides. Estas manzanas pertenecían a
Hera y estaban custodiadas por un dragón de 3 cabezas. Hercules
consiguió llegar al jardín, matar al dragón y llevarse las
manzanas.
Al entregárselas a
Euristeo le dijo que provocaría la cólera de los dioses por lo que
Euristeo las rechazó.
El Can Cerbero
Duodécimo y último
trabajo de Hércules. Esta vez le ordenó que le trajera al Can
Cerbero que custodiaba las puertas del infierno.
El Can Cerbero era un
perro monstruoso de tres cabezas y cola de serpiente.
Hércules lo venció con
sus propias manos y se lo llevó vivo ante Euristeo.
Cuando Euristeo lo vio
llegar se metió corriendo en su tinaja y le dio la libertad a
Hércules, el cual, volvió a poner al Can Cerbero en la puerta del
infierno.
Extracto de Wikipedia.
Ángela Martínez
Turpín 4ºA
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