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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Manuel Garrido Román, linotipista jubilado de IDEAL




Amelia Escalona 4ºA y Manuel Garrido Román

Si en un futuro algún alumno decidiera dedicarse a la profesión periodística, mi consejo principal es que, tal como está el patio, se lo piense. Mi opinión siempre ha sido que en prensa, el que no sirve para otra cosa se dedica a escribir de deportes. Es una opinión que he mantenido, respetando al licenciado en periodismo que dedica su tiempo a escribir de ese tema. Algún problema me ha causado esto, aunque al final siempre me han dado la razón. Hay multitud de materias en un periódico a las que se puede acceder, como política, cultura, local, provincial, regional, en fin, muchos terrenos a los que dedicar los conocimientos adquiridos Hoy, como se ve, la televisión ha hecho mucho daño al periodismo. Vemos en cualquier cadena la cantidad de colaboradores inútiles en todos los campos, que cierran la puerta a los posibles trabajadores en cualquier empresa. Pero es lo que hay.
A nivel personal, yo empecé a trabajar a los tres días de cumplir los catorce años (hablamos del año 1954, cuando la enseñanza obligatoria era hasta esa edad). En mi casa no era posible costear unos estudios en esos momentos, aparte de que se me daban mal. Entré a trabajar en una imprenta que se llamaba Urania y que se encontraba en la placeta del Humilladero de Granada, en la cual había una linotipia, máquina que visteis en la visita a Ideal. Entré de cajista, porque en aquellos años el oficio de impresor era de mucho porvenir. No había los adelantos de hoy en día y por eso se calificaba de Artes Gráficas, porque era arte puro y, como toda artesanía, letra a letra y línea a línea. El entonces dueño de la imprenta me invitó a aprender a trabajar en la linotipia y de la noche a la mañana me encontré, con menos de quince años, manejando una máquina peligrosa que hoy en día no se me hubiera permitido hacer. Tuve el honor durante unos años de ser el linotipista más joven de Granada, al tiempo que seguía mi aprendizaje como cajista de imprenta (hoy por Internet podéis saber en qué consistía eso y os recomiendo que lo hagáis, porque os va a sorprender; entrad en “cajista de imprenta”). Allí estuve hasta que ingresé en el servicio militar obligatorio en el año 1961. Mientras tanto, compaginaba mi trabajo en la imprenta con mi jornada en el periódico Ideal, como linotipista. Salía del cuartel de Aviación, me iba a mi casa a dormir y por la noche al periódico. Cuando salía me acostaba y a las siete de la mañana cogía el tranvía que iba a Dúrcal y paraba en la puerta de cuartel en Armilla. Allí echaba la jornada en la imprenta de la Base Aérea y al mediodía otra vez a mi casa. Una vez liberado de mi obligación con la patria (en septiembre de 1962) firmé mi contrato con el periódico Ideal con carácter retroactivo con fecha de primero de julio de 1961 y allí estuve hasta final de septiembre de 2001 en el que me prejubilaron.
Mi trabajo siempre me ha reconfortado personalmente, pues he hecho lo que quería y lo que me gustaba. Eso es importante en la vida, hacer las cosas con ilusión. Otra cosa es que te las impongan. Pero no era el caso.
De mi experiencia en la confección del periódico con el sistema artesanal he de decir que era alucinante y requería muchas horas de trabajo. Empezaré por decir que las noticias llegaban a la redacción del periódico por distintos medios. Uno era los propios periodistas que durante todo el día recababan la información en un bloc que llevaban en el bolsillo. Otra fuente eran los colaboradores y la última eran las informaciones que llegaban a la redacción a través del teletipo. Era una máquina en la cual se recibía toda la información que otros trabajadores en Madrid tecleaban en las agencias de noticias nacionales e internacionales y que aquí se imprimía en una cinta continua. Esta cinta la recogían los periodistas y la iban pegando en un folio y la pasaban a los talleres para que los linotipistas la fuésemos tecleando en la máquina que visteis en la visita al periódico. Los titulares se hacían a mano y una vez que se tenía ya confeccionada la noticia se hacía con ella la página. El siguiente proceso está en el vídeo.
Pasamos al día en que se nos dijo que teníamos que reciclarnos, porque ya empezaba a emerger la informática en la prensa. De hecho, nuestra empresa fue una adelantada a su época y compró todo el material que los nuevos tiempos demandaban. 



Se hizo con una maquinaria líder en el mercado y era lo más avanzado de España y una de las primeras de Europa. En ese tiempo tuvimos que realizar muchísimos cursos de adaptación. Hay que decir que ni el teclado era el mismo al que estábamos acostumbrados en la linotipia y la informática nos era totalmente desconocida. Hablamos del año 1984 cuando empezamos la reconversión. Se montó todo el material en el polígono de Asegra, donde se encuentra actualmente, y todos los días teníamos que desplazarnos a los nuevos talleres a hacer un periódico ficticio y cuando terminábamos nos volvíamos a Granada para confeccionar el periódico diario. Fueron muchos meses de sacrificio que al final dieron el fruto deseado. La informática, como todos sabemos, avanza día a día y hoy no tiene nada que ver con lo que nosotros vivimos en el año 1985, cuando definitivamente nos trasladamos al lugar donde hoy en día se encuentra ubicado. 



Noticias impactantes ha habido muchísimas en esos más de cuarenta años en activo. Por ejemplo, cuando en el mes de noviembre de 1963 fue asesinado el presidente de los EEUU y el mundo se conmocionó por las posibles consecuencias. También lo pasamos mal cuando el 23 de febrero de 1981 hubo un intento de golpe de estado por parte de los militares y tuvimos que estar pendientes del teléfono por si nos teníamos que reunir en los talleres para sacar un número extraordinario. Fueron días difíciles hasta que se calmó la revuelta. Otra fecha a recordar fue el 31 de julio de 1993, cuando falleció en Playa Granada (Motril) el rey Balduino de Bélgica. Recuerdo que esa noche ya me estaba vistiendo para volver a casa cuando nos comunicaron que acababa de fallecer el rey belga y nos tuvimos que quedar hasta la madrugada a la espera de las noticias que llegaban de la costa granadina (con la coincidencia de que al día siguiente empezaba mis vacaciones anuales). Impactante también fue la fecha del 13 de julio de 1997, cuando fue asesinado Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en el País Vasco, a manos de la banda terrorista ETA. Y, sobre todo, la fecha del 11 de septiembre de 2001, cuando fueron voladas las Torres Gemelas en Nueva York. Días después (a final de ese mes) fue cuando llegué a un acuerdo con la empresa para rescindir mi contrato y pasar a prejubilado, a la edad de 61 años. Hoy, con 74, puedo decir que fue una decisión acertada en ese momento y desde entonces vengo disfrutando de mi tiempo libre lo mejor que puedo. Espero que vosotros algún día lo podáis repetir y, sobre todo, que os sintáis orgullosos de todo lo hecho en vuestras vidas.
El último consejo que puedo aportar es que cuidéis siempre vuestro léxico y vuestra gramática. No hay cosa peor que me haya molestado que ver un escrito con faltas ortográficas. Me duele leer la prensa actual y ver la de barbaridades que se publican a nivel gramatical. No puedo remediarlo. Mis hijos me conocen bien y saben lo que me he preocupado en ese campo. Y creo que lo he conseguido.
Como ampliación de mi escrito que obra en su poder (de vez en cuando me vienen viejos recuerdos) quisiera relatarles lo que yo pienso de dónde me puede venir mi obsesión por la ortografía. Mi abuelo paterno también era impresor, concretamente cajista, en una importante imprenta de Granada en los años 30-40 del siglo pasado. Yo tenía poco más de cinco años cuando mi abuelo murió, pero aún retengo en mi retina un muy buen recuerdo de cuando me llevaba de la mano. Por tanto, lo que le cuento a continuación son vivencias habladas después con mi padre.
Entre otras instituciones, en dicha imprenta se le trabajaba a la Universidad de Granada y en una ocasión hubo un catedrático que quería publicar un libro a través del contacto entre la citada imprenta y la Universidad. Cuando se componía todo el texto se le mandaba siempre al autor una prueba para que corrigiera los posibles errores que el impresor pudiera haber cometido. Este señor devolvió las pruebas corregidas y entre las erratas señaladas hubo una que mi abuelo consideró que no había lugar a corregir, pues la palabra se escribía como mi abuelo decía. Según mi padre, este señor se presentó en la imprenta para exigirle al responsable que como él era el que pagaba la publicación, esa palabra tenía que salir como él decía. La contestación de mi abuelo fue que el trabajo se lo llevara a otra imprenta, que allí el libro no se publicaría con esa palabra mal escrita, ya que al final lo que constaría era que el libro se había editado en tal imprenta y él no estaba dispuesto a imprimir una publicación con una falta de ortografía. Por lo que me contaron, después de la intervención del rector de la Universidad y el dueño de la imprenta, convencieron al autor del libro para que accediera a la publicación como mi abuelo decía, pues le demostraron que estaba en un error. Hasta ahí llegaba su amplísima cultura. Me hubiera gustado saber qué palabra fue la que motivó esta anécdota, pues pienso que fue la causante de mi obsesión ortográfica.

Un saludo.
Alumnos de 3ºC con Manuel Garrido Román
                                            

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