Amelia Escalona 4ºA y Manuel Garrido Román |
Si
en un futuro algún alumno decidiera dedicarse a la profesión
periodística, mi consejo principal es que, tal como está el patio,
se lo piense. Mi opinión siempre ha sido que en prensa, el que no
sirve para otra cosa se dedica a escribir de deportes. Es una opinión
que he mantenido, respetando al licenciado en periodismo que dedica
su tiempo a escribir de ese tema. Algún problema me ha causado esto,
aunque al final siempre me han dado la razón. Hay multitud de
materias en un periódico a las que se puede acceder, como política,
cultura, local, provincial, regional, en fin, muchos terrenos a los
que dedicar los conocimientos adquiridos Hoy, como se ve, la
televisión ha hecho mucho daño al periodismo. Vemos en cualquier
cadena la cantidad de colaboradores inútiles en todos los campos,
que cierran la puerta a los posibles trabajadores en cualquier
empresa. Pero es lo que hay.
A
nivel personal, yo empecé a trabajar a los tres días de cumplir los
catorce años (hablamos del año 1954, cuando la enseñanza
obligatoria era hasta esa edad). En mi casa no era posible costear
unos estudios en esos momentos, aparte de que se me daban mal. Entré
a trabajar en una imprenta que se llamaba Urania y que se encontraba
en la placeta del Humilladero de Granada, en la cual había una
linotipia, máquina que visteis en la visita a Ideal. Entré de
cajista, porque en aquellos años el oficio de impresor era de mucho
porvenir. No había los adelantos de hoy en día y por eso se
calificaba de Artes Gráficas, porque era arte puro y, como toda
artesanía, letra a letra y línea a línea. El entonces dueño de la
imprenta me invitó a aprender a trabajar en la linotipia y de la
noche a la mañana me encontré, con menos de quince años, manejando
una máquina peligrosa que hoy en día no se me hubiera permitido
hacer. Tuve el honor durante unos años de ser el linotipista más
joven de Granada, al tiempo que seguía mi aprendizaje como cajista
de imprenta (hoy por Internet podéis saber en qué consistía eso y
os recomiendo que lo hagáis, porque os va a sorprender; entrad en
“cajista de imprenta”). Allí estuve hasta que ingresé en el
servicio militar obligatorio en el año 1961. Mientras tanto,
compaginaba mi trabajo en la imprenta con mi jornada en el periódico
Ideal, como linotipista. Salía del cuartel de Aviación, me iba a mi
casa a dormir y por la noche al periódico. Cuando salía me acostaba
y a las siete de la mañana cogía el tranvía que iba a Dúrcal y
paraba en la puerta de cuartel en Armilla. Allí echaba la jornada en
la imprenta de la Base Aérea y al mediodía otra vez a mi casa. Una
vez liberado de mi obligación con la patria (en septiembre de 1962)
firmé mi contrato con el periódico Ideal con carácter retroactivo
con fecha de primero de julio de 1961 y allí estuve hasta final de
septiembre de 2001 en el que me prejubilaron.
Mi
trabajo siempre me ha reconfortado personalmente, pues he hecho lo
que quería y lo que me gustaba. Eso es importante en la vida, hacer
las cosas con ilusión. Otra cosa es que te las impongan. Pero no era
el caso.
De
mi experiencia en la confección del periódico con el sistema
artesanal he de decir que era alucinante y requería muchas horas de
trabajo. Empezaré por decir que las noticias llegaban a la redacción
del periódico por distintos medios. Uno era los propios periodistas
que durante todo el día recababan la información en un bloc que
llevaban en el bolsillo. Otra fuente eran los colaboradores y la
última eran las informaciones que llegaban a la redacción a través
del teletipo. Era una máquina en la cual se recibía toda la
información que otros trabajadores en Madrid tecleaban en las
agencias de noticias nacionales e internacionales y que aquí se
imprimía en una cinta continua. Esta cinta la recogían los
periodistas y la iban pegando en un folio y la pasaban a los talleres
para que los linotipistas la fuésemos tecleando en la máquina que
visteis en la visita al periódico. Los titulares se hacían a mano
y una vez que se tenía ya confeccionada la noticia se hacía con
ella la página. El siguiente proceso está en el vídeo.
Pasamos
al día en que se nos dijo que teníamos que reciclarnos, porque ya
empezaba a emerger la informática en la prensa. De hecho, nuestra
empresa fue una adelantada a su época y compró todo el material que
los nuevos tiempos demandaban.
Se hizo con una maquinaria líder en el mercado y era lo más avanzado de España y una de las primeras
de Europa. En ese tiempo tuvimos que realizar muchísimos cursos de
adaptación. Hay que decir que ni el teclado era el mismo al que
estábamos acostumbrados en la linotipia y la informática nos era
totalmente desconocida. Hablamos del año 1984 cuando empezamos la
reconversión. Se montó todo el material en el polígono de Asegra,
donde se encuentra actualmente, y todos los días teníamos que
desplazarnos a los nuevos talleres a hacer un periódico ficticio y
cuando terminábamos nos volvíamos a Granada para confeccionar el
periódico diario. Fueron muchos meses de sacrificio que al final
dieron el fruto deseado. La informática, como todos sabemos, avanza
día a día y hoy no tiene nada que ver con lo que nosotros vivimos
en el año 1985, cuando definitivamente nos trasladamos al lugar
donde hoy en día se encuentra ubicado.
Noticias
impactantes ha habido muchísimas en esos más de cuarenta años en
activo. Por ejemplo, cuando en el mes de noviembre de 1963 fue
asesinado el presidente de los EEUU y el mundo se conmocionó por las
posibles consecuencias. También lo pasamos mal cuando el 23 de
febrero de 1981 hubo un intento de golpe de estado por parte de los
militares y tuvimos que estar pendientes del teléfono por si nos
teníamos que reunir en los talleres para sacar un número
extraordinario. Fueron días difíciles hasta que se calmó la
revuelta. Otra fecha a recordar fue el 31 de julio de 1993, cuando
falleció en Playa Granada (Motril) el rey Balduino de Bélgica.
Recuerdo que esa noche ya me estaba vistiendo para volver a casa
cuando nos comunicaron que acababa de fallecer el rey belga y nos
tuvimos que quedar hasta la madrugada a la espera de las noticias que
llegaban de la costa granadina (con la coincidencia de que al día
siguiente empezaba mis vacaciones anuales). Impactante también fue
la fecha del 13 de julio de 1997, cuando fue asesinado Miguel Ángel
Blanco, concejal del PP en el País Vasco, a manos de la banda
terrorista ETA. Y, sobre todo, la fecha del 11 de septiembre de 2001,
cuando fueron voladas las Torres Gemelas en Nueva York. Días después
(a final de ese mes) fue cuando llegué a un acuerdo con la empresa
para rescindir mi contrato y pasar a prejubilado, a la edad de 61
años. Hoy, con 74, puedo decir que fue una decisión acertada en ese
momento y desde entonces vengo disfrutando de mi tiempo libre lo
mejor que puedo. Espero que vosotros algún día lo podáis repetir
y, sobre todo, que os sintáis orgullosos de todo lo hecho en
vuestras vidas.
El
último consejo que puedo aportar es que cuidéis siempre vuestro
léxico y vuestra gramática. No hay cosa peor que me haya molestado
que ver un escrito con faltas ortográficas. Me duele leer la prensa
actual y ver la de barbaridades que se publican a nivel gramatical.
No puedo remediarlo. Mis hijos me conocen bien y saben lo que me he
preocupado en ese campo. Y creo que lo he conseguido.
Como
ampliación de mi escrito que obra en su poder (de vez en cuando me
vienen viejos recuerdos) quisiera relatarles lo que yo pienso de
dónde me puede venir mi obsesión por la ortografía. Mi abuelo
paterno también era impresor, concretamente cajista, en una
importante imprenta de Granada en los años 30-40 del siglo pasado.
Yo tenía poco más de cinco años cuando mi abuelo murió, pero aún
retengo en mi retina un muy buen recuerdo de cuando me llevaba de la
mano. Por tanto, lo que le cuento a continuación son vivencias
habladas después con mi padre.
Entre
otras instituciones, en dicha imprenta se le trabajaba a la
Universidad de Granada y en una ocasión hubo un catedrático que
quería publicar un libro a través del contacto entre la citada
imprenta y la Universidad. Cuando se componía todo el texto se le
mandaba siempre al autor una prueba para que corrigiera los posibles
errores que el impresor pudiera haber cometido. Este señor devolvió
las pruebas corregidas y entre las erratas señaladas hubo una que mi
abuelo consideró que no había lugar a corregir, pues la palabra se
escribía como mi abuelo decía. Según mi padre, este señor se
presentó en la imprenta para exigirle al responsable que como él
era el que pagaba la publicación, esa palabra tenía que salir como
él decía. La contestación de mi abuelo fue que el trabajo se lo
llevara a otra imprenta, que allí el libro no se publicaría con esa
palabra mal escrita, ya que al final lo que constaría era que el
libro se había editado en tal imprenta y él no estaba dispuesto a
imprimir una publicación con una falta de ortografía. Por lo que me
contaron, después de la intervención del rector de la Universidad y
el dueño de la imprenta, convencieron al autor del libro para que
accediera a la publicación como mi abuelo decía, pues le
demostraron que estaba en un error. Hasta ahí llegaba su amplísima
cultura. Me hubiera gustado saber qué palabra fue la que motivó
esta anécdota, pues pienso que fue la causante de mi obsesión
ortográfica.
Alumnos de 3ºC con Manuel Garrido Román |
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