¡Cuánta poesía puede albergar una caja! No una caja
muy decorada, sino una caja de madera, lisa y con pintura blanca un
poco desconchada que a lo mejor, en algún momento, pudo albergar
algo valioso, pero que ahora no es más que un simple trozo de madera
con una historia detrás.
Madre e hija caminaban de la mano por una larga
calle buscando a alguien que las ayudara, pero nadie se ofrecía, ya
que nadie podía alimentar a dos bocas más. La historia de ellas dos
se podía resumir con una sola palabra: huida. Huida del maltrato por
parte de su marido, que de joven había sido un hombre caballeroso,
capaz de conquistar el corazón de cualquiera, pero que con el tiempo
se había convertido en un borracho que se desahogaba maltratando a
la persona que más lo quería y que, muy a su pesar, tuvo que
abandonar ese matrimonio roto, llevándose a su pequeño tesoro de
sólo seis años y que en tan poco tiempo de vida había visto tanto
sufrimiento y odio. Se cobijaban donde podían, moviéndose de un
lugar a otro, sin saber muy bien adónde se dirigían; pero fuesen
donde fuesen, la mujer siempre llevaba esa pequeña caja que la niña
miraba recelosa, preguntándose qué habría en su interior. Lo poco
que encontraba de comida se lo cedía a su hija, que se iba consumiendo
poco a poco con cada paso que daba. Así pasaban los días y semanas,
intentando sobrevivir un día más, buscando una razón para seguir
adelante. Pero un día, la madre no pudo seguir luchando y se fue
dejando un cuerpo frío e inerte, una niña asustada y una pequeña
caja.
Su hija consiguió sobrevivir pidiendo limosna y
comida. Fue criada por la calle y con el tiempo dejó de pedir para
empezar a robar. El tiempo pasaba, ella se hacía más grande y la
caja más rota y vieja. Todas la noches pensaba sobre lo que habría
dentro, pero tenía miedo de abrirla. Un día, muerta de
curiosidad, la abrió, y lo único que encontró: recuerdos.
Recuerdos de su antigua casa, que su madre llevaba consigo para
recordarse todo lo que le había hecho su marido, lo que le daba
fuerzas para seguir avanzando y alejarse lo máximo posible de su
tortura pasada.
Abril Agustina Moyano Flores 2ºA
No hay comentarios:
Publicar un comentario