Por Antonio Gutiérrez Vargas
Ahí
estaba él, solo. Una horda de orcos, trolls, trasgos, hombres-hiena,
hombres-dragón y monstruos mecánicos había acabado con todos sus
compañeros. Era cuestión de tiempo que acabasen con él. Sin
embargo, en todo momento de la lucha, siempre tenía la sensación de
que, de algún modo, sobreviviría.
-Bueno,
si he de morir, me llevaré a muchos de esos adefesios
conmigo!PREPARAOS PARA VUESTRO FIN, MONSTRUOS¡-y al decir esto,
rugió y cargó contra ellos.
-No
cuentes con eso, imbécil-dijo un enorme troll con cuernos, aunque
fue lo último que dijo, pues le destrozó la cabeza con un trabuco
que había recogido. Sin embargo, su voz le sonó familiar. Muy
familiar.
Los
enemigos lo estaban rodeando, pero cada vez que se acercaban
demasiado, él los repelía con la espada. A un hombre-hiena lo
atravesó y utilizó su lanza para matar a un caballo horrible
montado por un dragón con cabeza de serpiente. Tras derrotar al
jinete, un orco le dio a su espada con un enorme mangual y se
fracturó en pedazos. Tras matar al monstruo, lanzándole un mordisco
en el cuello, los enemigos se percataron de que ya no podía
defenderse. Lanzando rugidos y chillidos de júbilo, se precipitaron
sobre él.
No
tenía escapatoria. Para él, el juego se había acabado. Se cubrió
con los brazos para intentar protegerse, sabiendo que era inútil.
Sin embargo, al bajárselos, pasó algo que le puso los pelos de la
melena de punta.
Detrás
de la horda de monstruos había un humano. Pero lo extraño, aparte
de que su raza se había extinguido antes de la aparición de
Liuhome, era que daba miedo. No un miedo a lo desconocido, ni un
miedo controlado. Era un miedo irracional, salvaje. Los enemigos, al
girarse y verlo, gritaron y gimieron de puro terror, y se
desintegraron en el aire. Después, el hombre se metamorfoseó: la
piel se encendió, los dientes cayeron y surgieron horribles y
afilados colmillos, como espadas recién afiladas, le apareció una
cola hecha de fuego negro y sus ojos se volvieron rojo sangre. Ya no
era un humano, era un monstruoso dragón. Y se dirigió hacia Heldet.
Heldet
intentó escapar, pero el monstruo fue más rápido: estiró una
garra y le cogió por la cola. Acto seguido, la cola empezó a arder.
Heldet rugió de dolor y se revolvió, intentando que la bestia lo
soltase . Pero era inútil, el dragón no se compadeció del liune al
que torturaba; más bien al contrario: sonreía malignamente. Heldet
decidió parar, pues tuvo que resignarse al hecho de que el dragón
no lo dejaría ir así como así.
-Bueno,
ya que voy a morir, por lo menos podrías decirme tu nombre, si es
que tienes.
El
dragón no respondió. Siguió mirándolo fijamente.
-¿Qué
te pasa, es que eres mudo, o eres un dragón animal? Siempre tenía
entendido que la mayoría de los dragones son algo parlanchines,
incluso si son no racionales. Y no me hagas creer que eres uno de
esos, porque aparte de estar demasiado erguido, se nota que eres
inteligente. Además, hace solo un momento eras un humano adulto.¿No
serás una alucinación, verdad?
Entonces
el “dragón” hizo algo realmente inesperado y, si eso era
posible, infinitamente horrible. Levantó a Heldet hacia
arriba...hacia los horribles colmillos.
El
león se puso a rugir y gritar de terror (y dolor, pues su melena fue
alcanzada por las llamas y empezaba a arderle) cuando la criatura
abrio la boca. Empezó a morder y arañar la garra del dragón, pero
parecía que no le molestaba lo más mínimo a este.
Heldet,
en un último intento de convencer al monstruo, le suplicó:
-¿QÚE
ES LO QUE QUIERES?
El
dragón paró solo un momento, lo suficiente como para decir, con una
voz horriblemente tranquilizadora:
-Zexel.
Acto
seguido, se lo tragó. Heldet gritó aterrorizado y cerró los ojos,
aún sabiendo que no valdría de nada. Sin embargo, cuando los abrió,
vio sorprendido que no estaba en el interior de un dragón, ni en el
de otro ser.
Estaba
en una habitación algo oscura y con paredes de piedra, en el que
había un espejo delante de él, un armario hecho de tamarisco a su
izquierda y una ventana redonda en la derecha. Entonces Heldet,
teniendo un presentimiento, se miró las manos; sorprendido, vio que
ya no eran las fuertes manos de un león adulto, sino las pequeñas
zarpas de un cachorro. Se acarició la cabeza y comprobó que ya no
tenía melena. Para asegurarse completamente, cogió su cola y,
aliviado, observó que no estaba calcinada. Ya no era Heldet, el gran
león guerrero, sino Heldet, el pequeño de un hombre león que
gobernaba en calidad de señor feudal una pequeña parcela de varios
kilómetros de radio. Y que no estaba en un estómago gigante de
dragón, sino en su cuarto, en Liuhome, el lugar que le vio nacer. El
niño era un joven león de diez años, que tenía el pelaje de un
ligero color dorado, y sus ojos de un color negro que, aunque a la
vista de los demás eran normales, para él le parecían...
Heldet
se dio cuenta de que había tenido un sueño y se entristeció, pues
le gustaba pensar que de mayor probablemente lucharía junto a su
padre contra una ciudad troll que había al sur de la frontera
sureña. Los trolls eran grandes criaturas que tenían una mandíbula
inferior con dientes prominentes y afilados, cuerpo musculoso y
atlético y, lo que más los distinguía de otras raza , una mente
privilegiada; también podían tener cuernos. Los adultos podían
superar fácilmente los dos metros y medio de altura, pero era menos
frecuente encontrar trolls que superasen los tres metros. Debido a su
físico, muchos trolls jóvenes (y también algunos adultos) se
hacían mercenarios o soldados y vendían sus servicios al mejor
postor, mientras que otros preferían ir por el mundo a correr
aventuras y buscar tesoros. Los trolls ancianos, sin embargo, solían
hacerse filósofos o eruditos. Muchos ejércitos solían tener al
menos un grupo de trolls, y no solo porque eran fuertes, sino porque
algunos solían tener una educación estricta, y otros tenían
entrenamiento de oficial y sabían tácticas militares; algunos
tenían menos de diez trolls en sus filas, otros eran dirigidos por
trolls y unos pocos simplemente estaban exclusivamente compuestos por
trolls.
Heldet
se levantó y se dirigió al armario. Cuando lo abrió, vio muchos de
los libros y pergaminos que tenía: historia, cuentos, mitología,
ciencia, etc. Sin embargo, no tardó en ver el libro que quería:
“Magia y Ciencia, las corrientes que los humanos iniciaron”. La
portada del libro mostraba a un dragón aureorrojizo rugiente que
tenía varias partes del cuerpo sustituidas por implantes mecánicos.
Lo abrió.
-A
ver, índice. Magia elemental, magia arcana, física,..¡Ajá!¡Razas!
Página 47.
Al
llegar a la página 48, vio dos apartados que le atrajeron la
atención:
Liune:
hombre-león.
Raza humanoide felina que se caracteriza por
su gran sentido del honor. Son expertos en la doma y crianza de
caballos.
Drakkune:
hombre-dragón. Raza humanoide reptiloide en la que sus integrantes
tienen la capacidad de volar y de lanzar aliento de fuego gracias a
una glándula natural que segrega napalm.
Después de
leerlos, llegó a la parte que buscaba: dragones. Había muchos tipos
de dragones en el libro: dragón polar, dragón del trópico, dragón
de bosque, guiverno, jáculo, etc. Sin embargo, no vio ningún dragón
“demonio” o dragón “en llamas”.
-Pues vaya, ese
dragón no existe, aunque por lo menos me he asegurado,
Estuvo un rato más
viendo el libro y después volvió a la cama. Entonces, se acordó de
que al día siguiente se iría con su padre a preparar su primera
batida de caza. A Heldet no le gustaba cazar, pues aparte de que no
manejaba demasiado bien el arco (ni ningún tipo de arma que no fuera
corta), no soportaba ver morir a una criatura, ni siquiera a un león,
aunque sabía pelear de una forma decente. De todas formas,
seguramente fallaría el tiro.
Y lo del sueño,
bueno... Ya le preguntaría a su padre lo que significaba “Zexel”.
Miró la ventana y
vio un resplandor rosado en el este. “El amanecer”, pensó. Cerró
los ojos y, dos minutos después, volvió a dormirse.
Ayudaria un poco el que le pongais algun comentario,¿sabeis?
ResponderEliminarMuy bien, Antonio, por este capítulo. Si tienes pensado seguir publicando, te seguiré leyendo. Creo que sería interesante ir adjuntando algunas fotos más o dibujos ilustrativos.
ResponderEliminargracias por el apoyo
EliminarMe encanta la idea del Liune, está muy chula ;)
ResponderEliminarLo cierto es que me basé un poco de El Rey León
EliminarMe ha gustado mucho el capítulo. Acuerdate de los personajes de los que hablamos el otro día. Un abrazo. Manü. Sinpatia.
Eliminar¿Te a tú en forma de trasgo y a Rony como un dragón? Lo pensare
EliminarGenial!!! Relato lleno de tensión de principio a fin. Es super adictivo!!!!! =))
ResponderEliminarPor una vez, los trasgos son héroes en vez de monstruos descorazonados
Eliminar¿En serio lo crees? ¡Muchas gracias!
Eliminar¿Cuando pondrás el tercer capitulo?
ResponderEliminarmuy buen relato, si señor...sigue así campeón
ResponderEliminarGracias tio
Eliminarde nada amigo...te animo a que siguas.
EliminarMuy interesante si. Mu interesante
EliminarUna pregunta. Heldet, ¿se dice Jeldet o la h es muda? y Liuhome. ¿Es liujom o Liuome?
ResponderEliminarSe pronuncian Eldet y Liuome. Gracias por eñ interes
EliminarNo digo que sean la misma persona, pero creo que Simba y Heldet se parecen mucho, con la diferencia de que Heldet vive en un mundo poblado por no solo leones, sino tambien con orcos, trasgos, trolls, dragones... Pero hay que admitir que, comparando, Heldet tendrá más problemas que Simba. Sigue siendo interesante de todos modos
ResponderEliminarMe he visto los otros 3 capítulos y me parece que hay una conexión entre personajes de aqui y de el rey león, aqui abajo:
EliminarSimba-Heldet
Shelder-Mufasa
Sarabi(madre de Simba)-Senai(madre de Heldet)
Hienas-trasgos(los que atacaron Liuhome,claro)
Timón-Krou(el trasgo del capítulo 3)
Roca del Rey(donde vive Simba)-Liuhome
No le veo más comparaciones, aparte, este relato es bastante más animado. Gracias por ponerlo, Antonio
De nada. sin embargo, es verdad que me he basado un poco en rl rey leon. Pero laura gallego se basó en Dragonlance para hacer Idhun, y tolkien en Beowulf para hacer el hobbit
EliminarEntonces...¿quien es pumba?
EliminarObviamente Daverd el enano
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