La definición del término
según el diccionario es algo así:
“Relación que existe
entre dos personas que piensan de la misma manera y lo pasan bien
juntas”.
Para mí, esta forma de
verlo es un tanto incorrecta. De pequeña mi padre solía decirme:
“Los verdaderos amigos, se cuentan con los dedos.” Cuándo me
decía esto, yo asentía, ladeaba la cabeza y me preguntaba a mí
misma a que se referiría, yo tenía muchos más amigos que dedos, y
todos parecían bastante reales. Poco a poco me di cuenta a que se
refería. Un amigo no es solo una persona compatible a ti, es mucho
más. Un amigo es ese que te hace sentir libre y te ayuda a derrapar
inviernos. Ese que no te resucita, si no que no te deja morir. Es ese
que te da un abrazo y hace que enero sea junio, y que un lunes pueda
pasar por viernes. Y es que un amigo hace eso, prenderle fuego a las
desgracias, incendiándolas para que nos iluminen, y no perdamos el
norte.
Y es que solos no somos
nada, ya que si juntas dos tréboles, te sale uno de cuatro hojas, y
créeme si te digo que un amigo da aún más suerte. Que siempre será
mejor vomitar las penas que tragárselas, y para eso hay que
contárselas a alguien.
Y es que el dolor va
implícito en todas las cosas buenas y bonitas que tiene la vida, a
sí que, ¿qué hay mejor que tener a alguien con quién
compartirlas?
Sara Arenas Carranza. 3ºD.
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