Mientas el sol se escondía detrás de las montañas, paseaba por la húmeda arena de la playa. A lo lejos, pude distinguir algo, supuse que no sería nada, apenas un objeto insignificante que habría traído la marea, pero tenía curiosidad.
Me acerqué corriendo y descubrí
que era una pequeña barca, o mejor dicho, había sido, porque ya
sólo eran unos viejos tablones de madera, pero a mí me llamaba la
atención. Me senté a un lado y me quedé pensando en lo que habría
pasado aquella barca antes de llegar allí. Quizás algún niño se
hubiera divertido durante su infancia pescando en ella con sus
padres, o alguien disfrutaba del atardecer todas las tardes sentado
en ella.
Cuando me di cuenta, tenía una
gran sonrisa dibujada en la cara y sin quererlo le había cogido
cariño a aquella barca, porque al fin y al cabo, si mirabas más allá
de esos viejos tablones de madera, podías descubrir miles de
maravillosas historias.
Silvia
Bautista Herruzo 1ºA
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