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miércoles, 13 de abril de 2016

La pena de muerte es una tortura


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Visto de forma liberal, la pena de muerte puede parecer una herramienta de la justicia, pero en realidad es un método de tortura. Los europeos estamos acostumbrados a escandalizarnos con los métodos de ejecución de los países de otras culturas, y no nos damos cuenta de que en otros países más similares tienen métodos de ejecución semejantes a la tortura, como la silla eléctrica.

En algunos países como Nigeria, Somalia, Indonesia e Irán se condena con lapidación el adulterio y se utiliza pena de muerte para oprimir a las minorías raciales, homosexuales o a las mujeres. No sólo en los países en vías de desarrollo la pena de muerte es una tortura, ya que no hay forma de garantizar una muerte indolora; en Estados Unidos, el corredor de la muerte se podría considerar como una tortura que, según el relatador especial de la ONU sobre tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes Juan Méndez, produce trastornos psicológicos y degeneraciones físicas durante los años de los procesos judiciales. Además, los métodos de ejecución utilizados como la muerte por descargas, la horca, la inyección letal o el pelotón de fusilamiento son inhumanos y se han dado casos que lo demuestran, como el de Pedro Medina, ejecutado en Florida el 25 de Marzo de 1997 con una silla eléctrica que estaba averiada, por lo que su cabeza ardió en llamas.

La diferencia entre tortura y pena de muerte está determinada por nuestros valores culturales. Es necesario trabajar para erradicar la tortura en todas sus formas. Incluso aunque en general la pena de muerte tiene un fuerte rechazo social, y la mayoría de los países la han abolido, se considera la pena de muerte como un indeseable instrumento de la justicia y no un acto de salvajismo o crueldad.

Marian Romero, 3ºA

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