El olor que provenía de
la fábrica de aceite de oliva no hacía más que sorprender a mi
repertorio de olores. Era un olor un tanto extraño, propio de
Baeza; habría quien lo calificaría como desagradable, pero no es
ese su rasgo. Acostumbrados al olor de portales y coches de Moscú,
el olor de la fábrica de aceite de oliva, es más que agradable. En
un día tan soleado no había mejor plan que dejar atrás el hotel y
dirigirse hacia este pueblo jienense.
Al recorrer las calles de
Baeza, nos dábamos cuenta de lo asombrosa que es: los patios, las
casas, los balcones…, todo era tan diferente, y a la vez admirable,
de lo que estábamos acostumbrados a ver cada día. Baeza es un
pueblo muy cultural e histórico; en cada rincón hay algo que merece
la pena ver.
Al estar todo tan
concentrado, nos dio tiempo para visitar otro municipio de Jaén:
Úbeda. Este pueblo, al igual que el primero, estaba repleto de
cultura, de estructuras arquitectónicas que agradaban a la vista.
Al llegar al fin de este
largo y grato día, me acordé de aquello que decía Fiodor
Dostoievski: “El hombre encuentra tiempo para todo lo que
él realmente quiere”, en otras palabras: el que conoce la
belleza cultural de estos dos lugares, tendrá ocasión para
disfrutarlos una y otra vez.
Ekaterina Safonova 4ºC
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