La leyenda de Orfeo y Eurídice
Cuentan
que cuando Orfeo tocaba no sólo los hombres, animales y dioses se
quedaban embelesados escuchándole, sino que incluso la Madre
Naturaleza detenía su fluir para disfrutar de sus notas, y que
así, los ríos, plantas y hasta las rocas escuchaban a Orfeo y
sentían la música en su interior, animando su esencia.
Además de músico y poeta, Orfeo fue un viajero ansioso por conocer, por aprender... estuvo en Egipto y aprendió de sus sacerdotes los cultos a Isis y Osiris, y se empapó de distintas creencias y tradiciones. Fue un sabio de su tiempo.
Con
tantas cualidades, no era de extrañar que las mujeres le admiraran y
que tuviera no pocas pretendientes. Eran muchas las que soñaban con
yacer junto a él y ser despertadas con una dulce melodía de su lira
al amanecer. Muchas que querían compartir su sabiduría, su
curiosidad, su vitalidad.
Pero
sólo una de ellas llamó la atención de nuestro héroe, y no fue
otra que Eurídice, quien seguramente no era tan atrevida como otras
y puede que tampoco tan hermosa... pero el amor es así, caprichoso e
inesperado, y desde que la vio, la imagen de su tierna sonrisa, de su
mirada brillante y transparente, se repetían en la mente de Orfeo,
que no dudó en casarse con ella. Zeus, reconociendo el valor que
había demostrado en muchas de sus aventuras, le otorgó la mano de
su ninfa, y vivieron juntos muy felices, disfrutando de un amor que
se dice que fue único, tierno y apasionado como ninguno.
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