La exposición, medida durante el vuelo del Curiosity al Planeta
rojo, roza los límites aceptables para un astronauta durante toda
su carrera
El viaje a Marte es el próximo gran reto del ser humano en el espacio, un sueño que la NASA espera hacer realidad en las próximas dos décadas y que incluso planean llevar a cabo algunas entidades privadas con más o menos temeridad. Pero la hazaña está plagada de peligros, entre ellos los que supone estar sometido a altas dosis de radiación de partículas provenientes del espacio durante el trayecto. Por primera vez, científicos han calculado la cantidad de radiación que recibiría un astronauta con billete de ida y vuelta a Marte a partir de los datos recogidos durante el viaje de 560 millones de kilómetros y 253 días que realizó la Mars Science Laboratory, la misión que depositó al rover Curiosity en la superficie marciana el pasado agosto.
La exposición acumulada, solo en el viaje de ida y vuelta, sin contar la estancia más o menos prolongada en el Planeta rojo, equivale a hacerse un escáner de cuerpo entero cada cinco o seis días, algo así como más de 33.000 radiografías de tórax. Según publican los investigadores en la revista Science, los resultados rozan los límites de radiación -incluso quizás los sobrepasen-, que distintas agencias espaciales estipulan como aceptables para un astronauta en toda su carrera.
Mientras la Mars Science Laboratory volaba con destino a Marte, un detector instalado por investigadores del Southwest Research Institute de San Antonio, Texas (EE.UU.) realizó mediciones detalladas de la radiación de partículas energéticas que llegaban al interior de la nave. La cápsula estaba protegida por un complejo escudo parecido al que posiblemente utilizarán los futuros viajes tripulados al espacio, al menos con la tecnología actual, por lo que los científicos creen que sus resultados son mucho más fiables que las mediciones realizadas, por ejemplo, en las naves Apolo, que apenas tenían protección. Eso sí, son representativos para un viaje en condiciones de baja a moderada actividad solar.
«Entender el entorno de radiación dentro de una nave espacial que lleva seres humanos a Marte o a otros destinos del espacio profundo es fundamental para la planificación de futuras misiones tripuladas», afirma Cary Zeitlin, autor principal del estudio. «En base a nuestras mediciones, a menos que los sistemas de propulsión avancen rápidamente, una gran parte de la exposición a la radiación se recibirá durante el viaje de ida y vuelta, cuando la nave espacial y sus habitantes estarán expuestos a la radiación ambiental en el espacio interplanetario, protegidos solo por la propia nave», explica.
Dos formas de radiación plantean posibles riesgos para la salud de los astronautas en el espacio: una crónica, proveniente de los rayos cósmicos galácticos y otra a corto plazo provocada por una tormenta solar o una eyección de masa coronal. Las primeras, de alta energía, son las más preocupantes, ya que contienen iones pesados que pueden causar más daños biológicos que otros tipos de partículas y, además, son muy penetrantes, no se detienen ante el blindaje de las naves espaciales. «Una nave probablemente supondría un buen refugio contra las partículas solares, pero los rayos cósmicos son más difíciles de detener, ni siquiera un casco de aluminio de 30 centímetros de espesor cambiaría mucho la dosis», apunta Zeitlin.
Una dosis de radiación cósmica equivale a 1,8 milisievert (mSv) por día de crucero, cuando una radiografía de tórax es de apenas 0,02 mSv. Es como si el astronauta se sometiera a 90 radiografías diarias. «El total para un viaje de ida y vuelta a Marte sería de aproximadamente 0,66 Sievert (Sv) con los sistemas de propulsión actuales», dice Zeitlin. Algo así como hacerse 60 TAC o 33.000 radiografías de tórax (las más suaves). El tiempo pasado en la superficie de Marte podría aumentar considerablemente la dosis total, dependiendo de las condiciones de blindaje y la duración de la estancia.
Los efectos, en los hijos o nietos
La radiación medida está «justo en el límite, o posiblemente sobre el límite, de lo que es considerado aceptable» que reciba un astronauta a lo largo de su carrera, según la NASA y otras agencias espaciales, unos límites que reconocen aún no están bien determinados. «Los efectos de la radiación en los viajes espaciales todavía son desconocidos y generan una gran preocupación. Decir qué le ocurrirá a un astronauta en esas circunstancias es meramente especulativo», apunta Ginés Madrid, responsable de asuntos profesionales de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM). Pero, ¿qué puede causar la radiación? La exposición a una dosis de 1 Sv se asocia con un aumento del 5% en el riesgo de cáncer mortal. «A partir de ciertas dosis, puede caerse el pelo y aparecer eritemas y quemaduras, tumores... La dosis mortal depende de la resistencia de cada individuo, su sistema inmune, su médula ósea...», añade. Pero, a su juicio, lo más preocupante son esos efectos que «quizás no sean visibles pero que aparecen después, como alteraciones cromosómicas en sus hijos o nietos».
Los científicos esperan que el mayor entendimiento de los peligros de viajar a Marte ayude a preparar misiones seguras que garanticen que los astronautas vuelvan sanos y salvos a la Tierra.
El viaje a Marte es el próximo gran reto del ser humano en el espacio, un sueño que la NASA espera hacer realidad en las próximas dos décadas y que incluso planean llevar a cabo algunas entidades privadas con más o menos temeridad. Pero la hazaña está plagada de peligros, entre ellos los que supone estar sometido a altas dosis de radiación de partículas provenientes del espacio durante el trayecto. Por primera vez, científicos han calculado la cantidad de radiación que recibiría un astronauta con billete de ida y vuelta a Marte a partir de los datos recogidos durante el viaje de 560 millones de kilómetros y 253 días que realizó la Mars Science Laboratory, la misión que depositó al rover Curiosity en la superficie marciana el pasado agosto.
La exposición acumulada, solo en el viaje de ida y vuelta, sin contar la estancia más o menos prolongada en el Planeta rojo, equivale a hacerse un escáner de cuerpo entero cada cinco o seis días, algo así como más de 33.000 radiografías de tórax. Según publican los investigadores en la revista Science, los resultados rozan los límites de radiación -incluso quizás los sobrepasen-, que distintas agencias espaciales estipulan como aceptables para un astronauta en toda su carrera.
Mientras la Mars Science Laboratory volaba con destino a Marte, un detector instalado por investigadores del Southwest Research Institute de San Antonio, Texas (EE.UU.) realizó mediciones detalladas de la radiación de partículas energéticas que llegaban al interior de la nave. La cápsula estaba protegida por un complejo escudo parecido al que posiblemente utilizarán los futuros viajes tripulados al espacio, al menos con la tecnología actual, por lo que los científicos creen que sus resultados son mucho más fiables que las mediciones realizadas, por ejemplo, en las naves Apolo, que apenas tenían protección. Eso sí, son representativos para un viaje en condiciones de baja a moderada actividad solar.
«Entender el entorno de radiación dentro de una nave espacial que lleva seres humanos a Marte o a otros destinos del espacio profundo es fundamental para la planificación de futuras misiones tripuladas», afirma Cary Zeitlin, autor principal del estudio. «En base a nuestras mediciones, a menos que los sistemas de propulsión avancen rápidamente, una gran parte de la exposición a la radiación se recibirá durante el viaje de ida y vuelta, cuando la nave espacial y sus habitantes estarán expuestos a la radiación ambiental en el espacio interplanetario, protegidos solo por la propia nave», explica.
Dos formas de radiación plantean posibles riesgos para la salud de los astronautas en el espacio: una crónica, proveniente de los rayos cósmicos galácticos y otra a corto plazo provocada por una tormenta solar o una eyección de masa coronal. Las primeras, de alta energía, son las más preocupantes, ya que contienen iones pesados que pueden causar más daños biológicos que otros tipos de partículas y, además, son muy penetrantes, no se detienen ante el blindaje de las naves espaciales. «Una nave probablemente supondría un buen refugio contra las partículas solares, pero los rayos cósmicos son más difíciles de detener, ni siquiera un casco de aluminio de 30 centímetros de espesor cambiaría mucho la dosis», apunta Zeitlin.
Una dosis de radiación cósmica equivale a 1,8 milisievert (mSv) por día de crucero, cuando una radiografía de tórax es de apenas 0,02 mSv. Es como si el astronauta se sometiera a 90 radiografías diarias. «El total para un viaje de ida y vuelta a Marte sería de aproximadamente 0,66 Sievert (Sv) con los sistemas de propulsión actuales», dice Zeitlin. Algo así como hacerse 60 TAC o 33.000 radiografías de tórax (las más suaves). El tiempo pasado en la superficie de Marte podría aumentar considerablemente la dosis total, dependiendo de las condiciones de blindaje y la duración de la estancia.
Los efectos, en los hijos o nietos
La radiación medida está «justo en el límite, o posiblemente sobre el límite, de lo que es considerado aceptable» que reciba un astronauta a lo largo de su carrera, según la NASA y otras agencias espaciales, unos límites que reconocen aún no están bien determinados. «Los efectos de la radiación en los viajes espaciales todavía son desconocidos y generan una gran preocupación. Decir qué le ocurrirá a un astronauta en esas circunstancias es meramente especulativo», apunta Ginés Madrid, responsable de asuntos profesionales de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM). Pero, ¿qué puede causar la radiación? La exposición a una dosis de 1 Sv se asocia con un aumento del 5% en el riesgo de cáncer mortal. «A partir de ciertas dosis, puede caerse el pelo y aparecer eritemas y quemaduras, tumores... La dosis mortal depende de la resistencia de cada individuo, su sistema inmune, su médula ósea...», añade. Pero, a su juicio, lo más preocupante son esos efectos que «quizás no sean visibles pero que aparecen después, como alteraciones cromosómicas en sus hijos o nietos».
Los científicos esperan que el mayor entendimiento de los peligros de viajar a Marte ayude a preparar misiones seguras que garanticen que los astronautas vuelvan sanos y salvos a la Tierra.
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