Por Antonio Gutiérrez
Heldet
ya estaba llegando a Liuhome. Estuvo todo el día saludando a todo
aquel que se le pusiera por delante, todos ellos liunes y nruskas.
Esto no le extrañó (mucho), porque supuso que, después del ataque
de los otros trasgos, estos decidieron quedarse indefinidamente.
Cuando alguien le veía, le solía decir:
-¡Has
vuelto!¡Por fin!
-Tus
padres han estado muy preocupados Heldet.
-¿Conque
ahora eres un héroe, eh, León Azabache?-le preguntó divertido un
trasgo amigo de Krou
-Me
considero más bien un cazarrecompensas-guardaespaldas.-le respondió
riéndose Heldet.- Además, no hace falta que vosotros me llaméis
León Azabache. Sois mis amigos, y además, no es más que un título
que me han puesto todos a los que he ayudado.
-Ya,
pero es que es un título basado en ti.
Eso
era bastante cierto. Con el paso de los años, Heldet cambió de un
curioso cachorro de diez años a un fuerte (y atractivo) león de
veinte. Los músculos se le desarrollaron bastante (al fin y al
cabo, se necesita ser fuerte para coger y capturar a gente que suela
medir más de dos metros de altura), sus ojos empezaron a tener una
especie de brillo, que demostraba que siempre estaba ansioso y, lo
que era más increíble, una melena que, en vez de ser marrón,
ligeramente negra o dorada, era de color azabache, negro oscuro.
-
Bueno, como es negra total, gasto mucho dinero en tintes.- bromeó.
-
Se nota que apenas has cambiado en tu interior, Heldet, pero
físicamente, has cambiado. Bastante.
-Si
que has cambiado, chico.-dijo una voz a sus espaldas. Heldet y el
trasgo se giraron hacia el lugar de donde provenía la voz. Heldet
vio que era un trasgo que se parecía mucho a Krou, pero parecía más
joven, no era tan robusto y, algo raro en Krou, no parecía ser
agresivo. El único trasgo que era pariente cercano de Krou en la
caravana era...
-¡Srou!-gritó
Heldet. Srou era el trasgo que más consideraba Liuhome como su
hogar. Era el más querido por los cachorros por ser un profesor, y
el más considerado por los adultos por ser el hermano de Krou.
Heldet
se alegró mucho de ver a un viejo conocido (Srou fue su profesor
favorito), y cuando este se le acercó, le dio un abrazo tan fuerte
que casi lo asfixia.
-¡Para
Heldet, que no soy de la misma pasta que Krou!
-Perdón,
es que hace mucho que nadie se me acerca... sin intentar devorarme o
apuñalarme, claro.
-Ya,
bueno, en eso te comprendo. Oye Miguel-le dijo al trasgo-, Krou
quiere que vayas para que le ayudes a descargar las tiendas.
-Ahora
mismo voy.
Cuando
Miguel se fue, Heldet se dio cuenta de que alrededor había mucho
barullo, no tanto como cuando los atacaron los nruskas, pero más que
cuando venían los mercaderes.
-Oye
Srou,¿porque hay tanto movimiento hoy?¿Es que soy tan importante
como para hacerme una fiesta de las grandes?
-¿Una
fiesta?¿Para ti? Ni siquiera sabíamos que estabas vivo.
-Entonces¿para
qué es todo esto?
-Es
porque viene el Rey.-dijo Srou tras unos segundos de silencio. Heldet
se quedó sin habla.
-¿El...el
Rey?¿Estás seguro?
-Chaval,
somos nosotros quienes lo hicieron saber por esta parte de Joka.
Heldet
no se lo podía creer ¡El Rey venía a Liuhome!
El
Rey era un drakkune, pero no un simple hombre-dragón. Hasta su
nombre demostraba que era el rey de Joka Ufalme, rumoreandose que el
reino se llamaba así por él . Nadie sabía ni su auténtico nombre
ni su edad exacta, solo que era más viejo que un enano, y eso que
los dawerfs llegaban a vivir vivir algo más de doscientos años. Por
lo que sabía, Heldet dedujo que era un dragón azul. Esto era algo
irrelevante, dado que el Rey prácticamente reunía todo lo que debía
tener un rey de primera: era justo, honrado, inteligente... Todos los
que le servían eran recompensados si mandaban bien en sus tierras,
en tanto los que las maltrataban, eran castigados hasta con la
muerte. Parecía severo, pero todos sabían que solo era para poner
orden en sus provincias.
Heldet
se acordó de Tiras, la ciudad de los trolls.
-Si
el Rey ha viene, sabrá lo del ataque. Y si sabe lo del ataque, tal
vez piense que fue Asdelt.- Heldet gritó de júbilo.-¡Asdelt tiene
los días contados!
Entonces
Srou le tapo el morro con una mano y le mandó que callase.
-Cierra
la boca, ¿quieres? Dudo mucho que el Rey venga por Asdelt.-dijo
quitando la mano de la cara de Heldet. Este jadeó y le increpó:
-Pues
si no ha venido por Asdelt,¿entonces por que viene?
-¿Recuerdas
el ataque, el de los trasgos y el komodo?
-Sí
-Pues
precisamente viene por eso.
-¿Tanto
le preocupa que ese monstruo nos atacase? ¡Hace diez años de eso!
-Sabes
que ese ataque lo pudo idear Asdelt, ¿verdad?
-Siempre
supe que Asdelt fue el cerebro tras el ataque.
-Pues
ese rumor fue desmantelado el mismo dia en el que te fuiste.
-¿Por
qué?
-Porque
el mismo dragón mató y devoró a Asdelt.
La
noticia sorprendió a Heldet, que se quedó pensativo unos instantes.
Siempre pensó que ese dragón era la mascota de Asdelt, o una
criatura que invocó él (si Asdelt hubiese sido mago).
Heldet
aún se mostraba escéptico:
-¿Realmente
lo crees?¿Tienes alguna prueba?
-Lo
único que los tiranios han dicho es que, hace diez años, en su
ciudad, se oyó un rugido atronador. Cuando los guardias se dieron
cuenta de que era un dragón de komodo, vieron que su líder había
desaparecido. La última vez que lo vieron fue en las murallas.
-¿Y
porque ahora se han atrevido los trolls a hablar?
-Porque
Shiraa les ha obligado.
Después
de discutir un poco más con Srou, Heldet entró en Liuhome, y se
metió en su habitación. Srou le dijo que sus padres habían ido a
ayudar a Krou, asi que tendría que esperar para volver a verlos
después de tanto tiempo. Se sorprendió al ver que, en diez años,
lo único cambiado era la ventana, que ahora tenía un cristal.
Aparte de eso, la habitación no había cambiado en nada. Heldet se
sentó en la cama (que ahora le parecía pequeña) y empezó a pensar
sobre todo lo que pasó desde la muerte de su abuelo hasta entonces.
Muertos
vivientes, dragones muertos que revivían, muertes colectivas... Nada
de eso tenía sentido. Lo único que unía esos hechos era la muerte.
Bueno, eso y que todos habían comenzado con una batalla
espectacular. Entonces, Heldet se acordó de algo, algo que antes no
le parecía importante, y que ahora le daba miedo: el sueño.
Ahora
tenía el aspecto exacto que en la pesadilla, aunque jamás se había
fijado en eso.
Mientras
pensaba en esto, una sombra enorme pasó delante de la ventana.
Heldet solo tuvo tiempo de gritar antes de que el cristal de la
ventana se rompiera, atravesado por una piedra de un tamaño pequeño
pero lanzada con mucha fuerza. Antes de que
Heldet pudiese reaccionar, la sombra lo miró, y, al instante, voló
fuera de su vista.
Heldet
se quedó paralizado por la sorpresa unos instantes. Cuando se
recuperó del susto, se dio cuenta de que atada a la piedra había un
sobre. Con mucha cautela, lo cogió del suelo y, lentamente, lo
abrió. Dentro había una carta, en la que ponía:
Heldet,
se que tienes muchas preguntas.
Si
quieres respuestas, ven a La Casa Taxidermia en Cair
y
pregunta por Daverd. Date prisa, no hay mucho tiempo.
Heldet
no se lo podía creer. ¡Apenas estaba en Liuhome durante un día y
ya le mandaban trabajo! Sin embargo...
El
liune se dio cuenta de que en la carta no le llamaban León Azabache,
sino Heldet. Poca gente usaba su apodo, y su nombre, aún menos.
Además, era obvio que nadie sabia lo de sus pesadillas, y siempre
había buscado respuestas a ellas.
Heldet
reflexionó. Si se quedaba en Liuhome, podría ver a sus padres, ver
al Rey y acusar a Shiraa (de la cual solo sabía que era una gornok y
viuda de Asdelt). Pero si se iba, tenía la sensación de que lo que
tendría que hacer sería más peligroso que matar a un dragón
gigante o vencer a una tribu de hienas. Pasó una hora entera leyendo
la carta hasta que, levantandose lentamente de la cama, decidió.
Esa
noche, sin que nadie se lo pudiera impedir, cabalgó hacia el norte,
donde sospechaba que le esperaba una nueva aventura.
En realidad es el 8, ¿no?
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